lunes, 31 de mayo de 2010

Las estatuas de Neme y Granier



Al químico Andrés Granier Melo, gobernador de Tabasco, y a Salvador Neme Castillo, quien gobernó la entidad de 1989 a 1991, el destino los une, más ahora en que se habla abiertamente de la renuncia de quien se ha distinguido por repartir bicicletas como candidato y como gobernador, además de rifar autos en eventos gremiales.
A Salvador Neme Castillo lo sacaron a los tres años porque para el régimen es imperioso renunciar al gobernante que genera -como producto de sus actos- una cantidad considerable de votos de castigo para la siguiente elección. En el caso actual del Químico: nuevos impuestos; despido de burócratas; alzas a las tarifas del transporte público; saqueos con bonos de fatiga; golpiza a periodistas, etcétera.
Por eso Granier mandó hacer una estatua a Salvador Neme Castillo. Urgía traer como salvavidas al fulgurante  Enrique Peña Nieto, la estrella y candidato presidencial de Televisa.
Como gobernadores, a ambos, Neme y Granier,  les bastaba llegar a las reuniones, a los mítines  y sentirse apapachados por los discursos,  las palmadas en la espalda, los abrazos, las fotografías y las primeras planas de los diarios. Rey Midas al revés AGM convierte en excremento todo lo que toca, a diferencia del mítico Midas que todo lo transformaba en oro.
Dicen que Chavo Neme llegaba a las reuniones del DF  con carpetas dobladas bajo del saco. A Granier no le atienden las llamadas los secretarios de estado; cuando lo reciben lo hacen esperar horas.
Del régimen de Neme se recuerda, entre otras cosas, esa venta que hicieron de una máquina trituradora de lirio acuático que costaba en el extranjero (Suecia y Estados Unidos) la tercera parte de en lo que la vendió la comercializadora conformada al vapor para dicho saqueo. Fue vendida al gobierno con la factura número 001.
Chavo Neme, populachero, llegaba al extinto café Casino, en Juárez casi esquina con Zaragoza, saludaba a todos con la palmada, la sonrisa y con el “que pasó Carevaca; qué hay de nuevo, Pochitoque; que me cuentas Cabezemico”. Fumaba su habano. Contaba anécdotas mientras se boleaba los zapatos y remojaba los cuernitos con el café lechero.
Su candidatura dicen se debió a un hecho fortuito: siendo senador como Raúl Salinas Lozano, padre de Carlos, coincidió, como muchas veces, en el elevador del Senado con Don Raúl; este se sintió mal por un infarto, y Neme se ocupó de él, diligente  en todo momento, hasta que lo atendieron en la clínica a donde le llevaba regalitos, gustos del viejo Don Raúl.
Y como favor con favor se paga, llegado el momento pidió a Carlos Salinas, por vía de Don Raúl, para que lo hiciera gobernador. Lo cual se le hizo. Como candidato, a muchas  comunidades indígenas no podía entrar porque le lanzaban piedras y huevos puque. Sin embargo contra viento y marea lo impusieron en 1988.
En el 2006 Granier Melo no era el candidato del PRI, es decir, de Roberto Madrazo; el candidato era Floricel Medina Pereznieto; pero Granier se les impuso con la amenaza de que el PRD le estaba ofreciendo la candidatura. Y de que iba de candidato por uno u otro partido.
Con Neme en 1991 había un factor, ingrediente antes como hoy, para forzar la salida del gobernante en turno: el no hacer nada, el saqueo de los funcionarios, el valemadrismo, los fraudes electorales, hace que se vaya conformando un ambiente de voto de castigo para el PRI. Entonces quienes tienen la esperanza de ser candidatos a gobernador para el siguiente período ven que crece ese sentimiento anti Pri, por lo cual de nada les va a servir la candidatura. Entonces confabulan, intrigan, complotan para expulsarlos de la gubernatura. Ese es el panorama que tiene ante sí el asustado Andrés Granier Melo.
Por eso le conviene atraerse a los Neme, que trabajan con Peña Nieto, gobernador del estado de México y, según Televisa, “próximo” presidente del país. El Químico espera salvarse, espera cumplir los seis años en el gobierno, aunque no sabe cómo. Sabe que necesita de padrinos poderosos. Por ello luego intentará hacer estatuas de Carlos y el viejo Raúl Salinas, de Gurría Ordoñez, de Mario Trujillo, de Roberto Madrazo, y hasta de Enrique Priego y Manuel Andrade.
En el evento de develación de la estatua en el homenaje familiar y de gobierno a Chavo Neme, Granier sonrió satisfecho, se vio proyectado en el futuro: una estatua sobre las aguas, como el salvador de todo un pueblo.  “Pero quiero el monumento en vida”, le confía off the record a unos periodistas. Y en su visión futurista, pequeño como son los gobernantes que buscan trocar la carne en piedra o metal, entrecierra los ojos, otea el horizonte y se ve como estatua, ubicada en el CENMA del malecón, la cantina más grande de Tabasco, su magna obra. No le importa si gobierna cuatro o seis años.

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