jueves, 20 de mayo de 2010

De premios y campanas


 Taller allá por el 2005
    Bien valdría la pena un repique de campanas al vuelo: los cinco premios de literatura otorgados en Tabasco el  segundo semestre del año 2009, fueron ganados por jóvenes que han estado en el taller literario de la galería de arte El Jaguar Despertado.
    Carlos Dzul y Verónica Sánchez Marín ganaron los premios de la feria (no efectuada, pero los concursos sí) en cuento y poesía, respectivamente.
    Posteriormente Pedro Luis Hernández en cuento y Diana Juárez en poesía fueron los ganadores de los premios en la feria del libro de la UJAT recién concluida.
    Con esos resultados echamos las campanas al vuelo, literalmente, quienes formamos parte del mencionado taller.
    Y ahora nos enteramos que Beatriz Pérez Pereda obtiene el premio José Carlos Becerra, convocado en Tabasco y uno de los certámenes de poesía más codiciados en el sureste de México.
    Los jóvenes escritores que menciono son hombres y mujeres de bien, trabajadores, disciplinados en el oficio de la literatura, voraces lectores. En el recuerdo los unifico con las siguientes características: aman la vida, amigables, receptivos a la crítica, reflexivos sobre lo que pasa a su alrededor, solidarios, participan en proyectos artísticos de grupo, se divierten como todos los jóvenes, son trabajadores y creativos.
    En el taller literario donde nos reuníamos de 5 a 7 los sábados (con ellos que son ex integrantes), asiduos, escuchaban con atención los comentarios críticos sobre sus textos, tomaban apuntes, asentían. No recuerdo haberlos escuchado defender un error o, altaneros, subestimar los comentarios de sus compañeros, aún el del más modesto principiante.
    Y la verdad no se creen mucho, sólo que saben lo que son: escritores tabasqueños de la nueva generación. Sin aspavientos llevan rumbo y siguen caminando como lo saben hacer y lo disfrutan: leyendo, escribiendo, sorbiendo la savia de la vida de la mejor manera posible.
    Y repiquen las campanas por estos jóvenes.
    Por cierto, hablando de campanas les comento lo siguiente: era hora de hacer las llamadas en la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, del fraccionamiento ISSET-Ocuiltzapotlán el sábado 5 de diciembre. Los del grupo que dirigen las actividades eclesiales estaban en reunión en el patio de atrás del templo. Comentaban de todo un poco entre risas y bendiciones. La encargada de jalar el badajo para que resuene la campana de bronce, fue con gusto, como siempre, con cara de tranquilidad. Al llegar al lugar se dio cuenta que no había campana. Parecía broma. Buscó de un lado a otro, como si, de travesura, un duende o un feligrés la hubiera escondido atrás de un árbol, o bajo de una mesa. Como si la campana estuviera chica o pesara poco. Pronto se dio cuenta que se la habían robado.
    Pues bien, robaron la campana de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en el Fraccionamiento ISSETT-Ocuiltzapotlán.  El carrillón había sido comprado años antes con enorme esfuerzo de la comunidad. De hecho ya tenían una medianita, pero al ir creciendo la ermita, consideraron necesario adquirir una grande y nueva. Entonces la viejita campana la regalaron a una ermita que empezaba, allá por El Aguacate, carretera a Frontera, por el Km. 12.

    Uno los imagina en las camionetas de batea, escuchando música de banda, con una charola de cerveza en lata, contando chistes y a veces mentando madres o persignándose, por la carretera. La carga de campanas con el badajo suelto a en la batea. De vez en cuando un sonido sonoro, como de iglesia se escapa entre el estruendo de la plática y de fondo “Camelia, la Tejana”.
 

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