Entusiastas y participativos, los bibliotecarios del municipio de Centro, Tabasco. Auditorio de la biblioteca municipal. 30 de noviembre de 2010.
1.- No les voy a decir sobre el trabajo de bibliotecario, que eso lo saben ustedes casi a la perfección, es decir, mejor que yo. Es más, ustedes deberían estar en este lado, dictando una charla para los que no somos bibliotecarios y queremos estar cerca de los libros casi todos los días y a todas horas, como lo están ustedes. Pero voy a recordar lo importante que han sido los libros para mí. Y lo que pueden ser, o lo son para otros.
Ustedes que son bibliotecarios han de tener muchas historias de niños que se divierten leyendo y hacen ruido; fe algunos ancianos que llegan a buscar un libro, y se les nota en su mirada y sonrisa; de enamorados que buscan un poema para escribirlo a su novio o su novia o a quien pretenden; del joven que busca la cita perfecta para impresionar en el concurso de oratoria. Recuerden todo ello y vamos a tomar ideas para que esas historias se repitan con mayor frecuencia, sean la constante en el diario existir de la biblioteca.
2.- Mis padres analfabetos me enseñaron a amar las palabras, escritas y orales. Mi madre fue analfabeta completamente; mi padre aprendió un poco a deletrear. Ella murió orgullosa de que yo haya estudiado algo, me motivó siempre aunque apenas aprendió a escribir su nombre. Mi padre compraba un diario por la tarde y se pasaba horas leyendo las noticias. No podía leer en silencio, lo hacía en voz alta. Terminaba una, ya fuera de política nacional, deportes o nota roja y la comentaba con nosotros, alegre de haber descifrado lo que decían esas páginas de tinta impresa, que manchaban las manos.
3.- Cuando yo tenía 17 años y estudiaba en la escuela Normal, allá en la frontera norte, ahora tierra de violencia, decía, tenía 17 años y en la biblioteca de mi escuela estábamos en reunión los responsables de publicar el periódico estudiantil. Nos poníamos de acuerdo en algunas cosas sobre la editorial, sobre el contenido del próximo número. De pronto una mano suave me tocó el hombro. Al voltear vi que era una de las muchachas más inteligente, buena gente y hermosa de mi grupo. Con el agrado y la sorpresa me levanté y me enseñó un libro, y en este un poema. Era el Poema 20 de Pablo Neruda, que viene en el libro de nombre “20 poemas de amor y una canción desesperada”. Lo leyó para mi. Fue como un rayo magnético que sentí en la piel a causa del poema. “Puedo escribir los versos más tristes esta noche…
4.- Éramos un grupo de muchachos adolescentes soñadores. Nuestras familias eran muy pobres, mucho muy pobres. Mucho más de lo pobres que fueron algunos de ustedes de niños y adolescentes. Y nosotros, desafiando la lógica con sonrisas y rebeldía, nos reuníamos bajo un nogal, en un amplio jardín donde uno de nosotros trabajaba de mozo lavando trastes, recogiendo hojas, haciendo el mandado. Nos reuníamos bajo un nogal y leíamos Principios elementales de filosofía, de George Politzer. Leíamos párrafos y luego los comentábamos. Éramos soñadores e ilusos. Gozábamos la lectura, y descubrimos que ese goce, ese disfrute, nos haría mejor, a lo mejor nos equivocamos.
5.- Como maestro de escuela siempre llevo un paquete de 20 libros de literatura. De Juan Rulfo, El llano en llamas; de Juan José Arreola, Confabulario o La feria; de B. Traven, Macario; de Patrick Suskind, El Perfume; de Eduardo Galeano, El mundo del revés; la revista El cuento, de Edmundo Valadés; de Pablo Neruda, los conocidos 2º poemas de amor y una canción desesperada; entre otros. Les explicaba con gusto de lo que es leer por gusto, perdón la redundancia. Los libros podían llevarlos a su casa, con la condición de que los cuidaran mucho, y leyeran “por compromiso y obligación” solamente dos páginas. Si el autor había sido hábil para cebar la carnada en los primero párrafos, el pez quedaría atrapado y seguiría leyendo con emoción y curiosidad el resto de la novela o los cuentos.
No está por demás decir que no les ponía la condición de bajar puntos o la zanahoria de subirles puntos a los que leyeran. Simplemente se iba a formar un grupo de lectores que por siempre recordaran esa actividad en su vida. Les hiciera ver otras posibilidades de vida; les hiciera convocar a los sueños aún en las pobrezas de las comunidades.
5.- Les comento lo anterior por la actividad que realizan como trabajo en una biblioteca y que yo realizaba como trabajo en una escuela. La función laboral no es la misma, pero institucionalmente converge la biblioteca y la escuela en forjar, mediante las lecturas, mejores hombres y mujeres que serán mejores ciudadanos. Hay infinidad de ejemplos de cómo muchos hombres no tuvieron la oportunidad de estudiar, pero la biblioteca pública les proporcionó la dicha de los libros para leer, y junto con ellos vieron las posibilidades de desarrollo personal que la educación escolar tiene como función. Menciono entre ellos a Augusto Monterroso y Juan José Arreola.
6.- El título de esta mesa es Para qué leer; y todos tenemos respuestas para ello; hasta los maestros que no son lectores, y por lo tanto no pueden predicar con el ejemplo. Imagino que ha de haber muy pocos bibliotecarios que no leen. Y no saben de lo que se pierden.
Y si tenemos respuestas Leer para qué, vamos a reencontrarlas en estas otras, escritas por una niña de 11 años:
1. Contribuye al enriquecimiento personal al descubrir conocimientos y conductas reflejadas en la vida de los personajes, de ahí la importancia de la mímesis en la posible identificación entre el lector y los personajes.
2. La lectura ejercita la capacidad crítica de los lectores en la medida en que es una fuente de conocimientos que el lector debe asimilar, sobre los que debe reflexionar y crearse una opinión.
3. Coadyuva a ampliar el caudal léxico de quien lee, así como a familiarizarse con las estructuras sintácticas más eficaces en cada momento compositivo.
4. Alimenta también la capacidad imaginativa y creativa de los lectores.
5. La lectura lleva a la escritura y viceversa.
6. Quien lee puede alcanzar ese disfrute inconcreto al que con tanta frecuencia se alude cuando se habla de el placer de la lectura.
7. Facilita la exposición de los pensamientos y posibilita la capacidad de pensar, de ahí que pueda considerarse un instrumento extraordinario para el trabajo intelectual.
Muchas gracias.
*Palabras leídas en Las jornadas municipales de Capacitación a bibliotecarios del municipio de Centro, Tabasco, el 30 de noviembre en la biblioteca municipal
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