¡Vergüenza
social!
Antonio
Solís Calvillo
Que
agravio, que vergüenza social: sin alimentos en el hospital siquiátrico “Villahermosa”,
y sin medicinas, ni material de limpieza, en los hospitales del Niño, de la
Mujer, en el Juan Graham y en el Rovirosa. ¿Qué falta por saber? ¿Hasta dónde
hemos de llegar para darnos cuenta de la mezquindad, estulticia, perversidad y
criminalidad de quienes ¡aún! hoy están al frente de las instituciones del
estado.
También ¿hasta
qué parte del fondo del pozo hemos de caer para darnos cuenta lo que provoca
nuestra indiferencia social?
El químico de
las bicicletas y amigos debieron de irse por vergüenza de la derrota el 2 de
julio. Debieron buscar la manera de acordar un interinato que vigilara la anticipada
entrega recepción. Pero no, siguen ellos aún en su aquelarre del saqueo hasta
agotar el último segundo del 2012.
Sin comida
para los enfermos del siquiátrico, (antes conocido como hospital Granja para
enfermos mentales y nerviosos), ni para
los enfermos internados en los demás hospitales públicos, ni medicinas, es
asunto criminal grave. Sumamente grave. Qué barbaridad. Y lo anterior forma
parte de la punta del iceberg.
Hay desorden
administrativo y saqueo en todas las dependencias. En todas las áreas. No
fuimos capaces como sociedad de detenerlos. Pero también, en autocrítica, como
partido no tuvimos la capacidad de articular un movimiento social que los
corriera.
Por
silencio y omisión, como ciudadanos, somos parte del problema, y podemos y debemos ser parte de la solución. Ya lo
estamos siendo desde el 1 de julio pasado al quitarlos políticamente del poder.
Pero ¡aguas!, porque muchos de ellos quieren retornar camuflajeados.
La sociedad
que tenemos es la que hemos construido. Una sociedad disfuncional. A manera de
ejemplo tenemos que un cúmulo de políticos –de cualquier partido- arriban al
gobierno a través de procesos poco creíbles. Legitimados -según ellos- en los
mandos sin conocimiento, desconociendo la misión y sin visión, donde dan
órdenes sin ton ni son, pervierten el ejercicio del poder, y como producto dejan
un desorden administrativo total.
Luego nos
damos cuenta que hay nuevos ricos que construyen palacetes en colonias
exclusivas, o en pleno centro de la ciudad. Cínicos ellos, sin ocultarlo. Y
nosotros guardamos silencio por comodidad o miedo, medrosos.
Pero también
reconozcamos que hay una gran cantidad de personas que sueñan o buscan arribar
al poder solamente para enriquecerse fácilmente en tres o seis años. Y para
lograrlo se confabulan dentro de los partidos. También hay quienes- desde la
ciudadanía- justifican que el gobernante
robe mientras “haga obra”. Y por supuesto
considero que tenemos que lograr cambiar la conciencia para que las cosas sean
distintas.
Tenemos que
regenerar el tejido social y el conjunto de conceptos. Reiterar que se llega al
gobierno para trabajar en bien de la sociedad, para administrar los recursos
públicos con transparencia (como en casa de cristal). No hay de otra. Reiterar
que gobierno es servicio, que los funcionarios tienen buenos salarios. No
tienen necesidad de robar. No tienen justificación para hacerlo.
Lo real y
verdadero (como dijeran los clásicos) es que estamos viviendo el fin de una de
las épocas más negras de Tabasco. El granierato obtiene sin mucho esfuerzo la
marca de ser el más corrupto, con diploma y medalla doble del primer lugar en
la corrupción. Y el cambio verdadero es como una luz al final del túnel.
Pero recordemos
siempre que también el cambio verdadero significa, sin duda que la mano de la Ley
debe alcanzar a los artífices de este sexenio de la ignominia, de la
criminalidad; que son los que tienen sin comida ni medicamentos a los enfermos
de los hospitales, entre ellos el de los enfermos mentales.
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