jueves, 15 de noviembre de 2012


Adiós, Teodosio, poeta


Antonio Solís Calvillo
La muerte, la que nunca tiene razones valederas para su oficio,  llamó y besó ayer al poeta Teodosio García Ruíz, el “Teo” (Cunduacán 1964-Villahermosa 2012), como le decimos.  Preciso el mes y romántico, noviembre. Teo unció su vida y creación como uno solo, en su existencia. Vital que fue, su sonrisa y carcajada abierta, abrazó siempre las áreas por donde andaba generando un radio de calor humano.
 Fue Demiurgo, esos seres como deidad que saben, crean y enseñan, como algo natural. Seguro de sí y dueño de la palabra, su presencia convocaba ideas y canto de ruiseñores. Ejerció de amigo, antes que maestro y, como tal, tuvo la dicha de conocer geografías, mariposas monarca y locomotoras. Nunca presumió de saber, simplemente con su plática lograba la comprensión exacta de sus ideas transformadas en proyectos de grupo para ediciones de libros o iniciativas para defender árboles y aves en peligro de extinción.
¿Era irreverente? No. Vivió sus momentos libre de ataduras sociales. Sabía desde su edad y actitud de “l´enfant terrible” que la libertad y el romper reglas es la norma que sigue todo artista que se precie de serlo. Y no por pose, por supuesto, sino porque su “yo” fue como un elixir de la existencia humana. Se nos ha ido, pues, el “pejelagarto volador”, como le decíamos cariñosamente sus amigos maestros de telesecundaria.
Ciego muy joven por problema de diabetes, ese mal de nuestro siglo, Teodosio García siguió su etapa creadora con el olfato, el tacto y el oído afinado. Al principio se negaba a aprender Braille y, hostigado amorosamente por sus amigos (“eres escritor, eres palabra viva, tienes que aprender a escribir de nuevo”) resignado encontró la manera de sustituir el sentido de la vista con el sistema Braille y luego con los adelantos de la tecnología.
Fue maestro de telesecundaria, promotor cultural y escritor. Fue poeta, y de los grandes que ha dado Tabasco. Pero más que profesión u oficio al que se dedicara, Teodosio fue un excelente ser humano, que vivió su existencia desde la algarabía del niño que juega a ser responsable. Y dentro de ese paréntesis que es la vida (entre la nada y la nada) Teodosio García Ruíz generó una sinergia de palabras como fiesta de la literatura, y no solo la escrita que sus libros dan testimonio de ello, sino como un conglomerado de razones para disfrutar la existencia como una totalidad, aspiración mayor de los que tienen conciencia que vivir es algo apenas como un sueño o chispa.
Descanse en paz el Demiurgo mayor, descanse en paz Teodosio García Ruíz.

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