Están en
efervescencia los grupos al interior del PRD. Es normal porque viene un proceso
interno mediante el cual se renovarán las dirigencias locales y nacionales. Este
es en gran medida un asunto interno con repercusiones hacia el exterior. Habrá
el reacomodo normal de fuerzas, adecuado a los nuevos tiempos que vive Tabasco.
Junto con
ello es importante reflexionar sobre el pasado reciente y el presente de
nuestro estado. El problema real y mayúsculo de nuestra entidad es que,
independientemente de los colores políticos, somos más de 2.3 millones de
personas en un territorio, que no hemos tenido la capacidad de estructurar un
pacto social que nos lleve a tener mejores oportunidades de desarrollo y en
consecuencia mejores condiciones de vida.
En la
visión de lo deseable, entre otras estas serían: más alimentos en las mesas de
las personas pobres, amplia red de agua potable, drenaje eficiente, empleo, mejores
caminos y carreteras, fluidez en el tráfico de vehículos, condiciones de
inversión, generación de empleos, etc.
Mas no es
así y esto a pesar de que contamos con un sistema educativo, con escuelas
superiores públicas y privadas, con una tierra generosa en la fertilidad, con
agua abundante, con petróleo (venero que nos heredó el diablo, diría López Velarde),
etcétera.
Recordemos
que venimos de una polarización social de hace más de veinte años, en la cual la
élite política no supo, no quiso o no pudo aprovechar su paso por el gobierno
para tender puentes de conciliación, coadyuvar en la organización del campo
para la inversión y producción, y reorganizar la vida en las ciudades de
Tabasco.
En los años 90s el gobierno estatal y los
medios le echaban la culpa al PRD de que no había avances sociales, según, porque
no dejaba gobernar con sus constantes reclamos, mítines y plantones. Por
estrategia y para demostrar que este señalamiento no era cierto, sino una vil
calumnia, y contrario a su propio origen, el PRD retrocedió en sus
movilizaciones para quitar ese absurdo pretexto. Y como resultado se tuvo lo
mismo o hasta peor: gobernaron como ellos solo saben hacerlo, muy mal y con
corrupción criminal. La prueba está con los resultados acumulados de Roberto
Madrazo, del quinquenio de Manuel
Andrade y este de Andrés Granier: abandono total al campo, servicios de salud y
educación a la baja, nula inversión en
obra vial y en el sistema de drenaje, desempleo, pobreza extrema, violencia, robo
de cables de luz, de tubería y medidores de agua, de campanas de iglesia y robo
también de tapas de alcantarillas.
Por esto
nunca va a estar por demás reiterar que más allá de los intereses de los
partidos políticos (y con ellos los intereses de los grupos al interior de los
mismos) está el interés mayor del estado. Juntos nos salvamos todos, o seguimos
en las mismas, o peor.
En este
marco es cuestionable la afirmación interesada de que “no se ha hecho nada”, y
que “el cambio verdadero no se ve por ningún lado”. Lo cierto es que a muchos no les “cae el
veinte” que Tabasco vive en tiempos distintos a la hegemonía de partido único.
Y muchos, sobre todos los de ese partido y los indiferentes, añoran las épocas
de dispendio, donde no importaba de dónde salía el recurso, de créditos con
altos intereses, si era desviado a como lo era, pero había bonos de fatiga, pavos
de navidad, despensas, carros regalados para rifas, sobresueldos, etc.
Ha pasado
un año ya desde el inicio del nuevo gobierno. En el laboratorio social
tabasqueño de aprendizaje (de saber ser oposición los que perdieron y
comportarse a la altura de las circunstancias los que ganaron) hay pendientes y
también tiempo. Se requiere disponibilidad, conocimiento, recursos y honradez
en el manejo de los mismos para que la ciudadanía considere que valió la pena
cambiar de partido para un distinto modo de gobernar. El tiempo lo va ir
diciendo. La ciudadanía lo va ir señalando. En todo caso al ciclo sexenal de
gobierno queda el 83 % de tiempo y en los municipios el 66.3%. Feliz y esperanzador 2014.