Es un boomerang político la licencia pedida por Andrés Manuel López Obrador al PRD para ausentarse por un tiempo y detener o contener la alianza PAN-PRD que los Chuchos y Calderón están tratando de tejer para las elecciones en el estado de México. Por eso es necesario detenernos un poquito e intentar explicarnos.
El movimiento democrático es mucho más que las siglas oficiales de un partido político y mucho más que las dirigencias. El movimiento democrático es el aluvión donde confluyen partidarios y los sin partido quienes vislumbran un presente y futuro mejor.
Este gran grupo está integrado por amas de casa, desempleados, familias que pagan renta, empresarios pequeños y grandes, campesinos con o sin tierra, estudiantes y profesores, obreros y artistas, y en general por hombres y mujeres de buena voluntad, cualquiera que sea su religión, oficio o profesión.
El movimiento democrático es la confluencia de millones de personas que aspiran y luchan por transformar la sociedad en la que vivimos, por generar condiciones para la democracia, y por procurar mejores oportunidades de estudio y trabajo para todos.
En sus orígenes el PRD (1989) fue el espacio político creado para lograr dichas aspiraciones y para alcanzarlas enfrentaría -sin duda alguna- al PAN y al PRI, tercas y corroídas organizaciones políticas supeditadas a los ávidos nacionales y trasnacionales, y a los designios e intereses políticos de los Estados Unidos.
Desde que en el 2006 Andrés Manuel fue despojado de un legítimo triunfo, visionó que en el PRD hay quienes no son leales ni a sí mismos, que quieren ganar puestos a toda costa, que aman las posiciones plurinominales, y que les interesa un bledo la izquierda y su futuro, los principios, los valores, el destino del pueblo, los pobres, la educación pública, etc. Y desde ese momento inició la credencialización de los representantes del Gobierno legítimo, ahora conocidos como agentes del cambio.
Andrés Manuel se dio cuenta que, para la elección presidencial, el mismo PRD -en algunos estados- no hizo su parte, sino lo contrario. Unos dirigentes perredistas porque se vendieron, otros porque no tenían la organización suficiente para enfrentar con éxito al partido de estado, a los mafiosos de cuello blanco que se adueñaron del país y al gobierno y gobernadores locales en su conjunto. Era y es una empresa colosal.
Por tal motivo, y viendo las perspectivas para el 2012, AMLO consideró necesario trabajar en la organización, “en la organización” y “¡¡en más organización!!” del movimiento democrático. Aún contra la mafia, contra los medios, contra el aparato de estado, el ciudadano sabe que tiene el arma del voto secreto, y hacia allí le apuesta.
La sociedad mexicana es inteligente y no necesita grandes partidos para insurreccionarse con el voto. Uno de los ejemplos fue 1988, cuando el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas fue candidato del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM), un instituto político anquilosado y pequeño, con más dirigentes, que partidarios, y señalado como palero del gobierno; apenas en su existencia tuvo como bastión Nuevo Laredo, donde ganó en 1974 la presidencia municipal con Carlos Enrique Cantú Rosas, recientemente fallecido. El PARM, minúsculo, desprestigiado e intrascendente como partido, postuló a Cárdenas y el pueblo hastiado e insurrecto vio en la figura del ingeniero la posibilidad real de consumar un cambio fuera de la perspectiva oficial. Ante el fraude descomunal de ese año reconocido por propios y extraños, y como respuesta, en 1989 se crea el Partido de la Revolución Democrática (PRD); en este instituto se depositó la esperanza real de cambio de gran parte de la sociedad mexicana.
Con López Obrador sucedió lo mismo en 2006. El PRD tenía (aún hoy) fuerzas regionales, y representaba en votaciones nacionales apenas la cantidad oscilante del 8 por ciento. Fue entonces la trayectoria, la personalidad e imagen de López Obrador, sumado al hartazgo ciudadano en contra de la figura de Vicente Fox (el descerebrado, diría Arnaldo Córdova) y de la corrupción del PRI, que la candidatura de Obrador logró despertar el entusiasmo de la gente, de tal manera que obtuvo en los hechos más votos que Felipe Calderon, aunque oficialmente sabemos el resto de la historia y sufrimos esos resultados, que tienen al país postrado en la pobreza y la violencia desencadenada.
En consecuencia la licencia de López Obrador para ausentarse del PRD por un tiempo representa una señal de orientación del rumbo para el 2012. Significa un “no” rotundo al PAN de Fox y Calderón, al PRI de Salinas y Televisa; asimismo a un blandengue y palero PRD chuchichizado. Sin embargo esto último se puede corregir en el cambio de la dirigencia nacional prevista para el mes de marzo.
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