Remedios Cerino, el oficialete menor.
Lucila Domínguez, Chila (para los amigos) se vio desesperada,
furibunda, rabiosa, enfurecida, colérica, dolida.
Es muy conocido, entre tantos, un chiste sobre diputados. Dos compadres al pasar frente al Congreso escuchan gritos de “chantajista”, “farsante”, “mentiroso”, “ratero”, “péculo”, “pécora”, “asaltante”, “raboverde”, “ganapán”, “gandalla”. Uno de los compas preocupado dice: “pasu, se están peleando allí, vamos a llamar a la policía para que los calmen”. El otro le responde riendo: “no, compa; tas tonto, están pasando lista”.
Viene al caso el chascarrillo por lo que sucede en el Honorable recinto legislativo local. Por ejemplo: hay un oficial “mayor”, que se cree el todopoderoso señor de los cielos al dictar cada palabra que se dice en las sesiones del pleno con el fin de dar cumplimiento al protocolo y práctica legislativa. Este señor hace los guiones, y a él preguntan, o él se acerca al secretario o presidente de la Mesa directiva del mes y les da indicaciones, en ocasiones son órdenes, las cuales los representantes populares acatan sin decir pío.
Se me argumenta que es su función el vigilar para seguir con el protocolo y no fallar en los ordenamientos legales. Bueno, hasta allí estaría bien, si no regañara a los, como infantes, diputados de oposición, como lo hizo recientemente, echándoles la culpa de que por ellos no salió aprobado el dictamen de reforma del miércoles. ¡Qué falta de respeto del señor Remedios Cerino! El mismo José Carlos Ocaña, correligionario y “pastor” mayor, deberá de hacerle una reprimenda en sesión pública para que no incurra en esas ofensas, en esas injurias. No es al diputado o diputados, es al Congreso en su conjunto al que ofende, y por extensión, a los representados.
Pero bueno los diputados también se deben dar a respetar. Entonces si no es el Sr. Ocaña, cualquier otro diputado, de cualquier partido, deberá hacer ese llamado de atención público a ese oficial, que no es mayor que la representación de los diputados. Es un oficial menor y, en cada acto perruno al servicio del ejecutivo, es un oficialete, y menor, por cierto.
Ahora bien, en la sesión del miércoles pasado se puso a consideración del pleno la reforma a la Ley electoral que habilitaría la nueva redistribución distrital para las próximas elecciones, lo cual como toda reforma de Ley, deberá contar con las dos terceras partes de los diputados (¡sí!, como cuando la reelección de Francisco Rullán en el Órgano Superior de Fiscalización, y que allí hasta tuvieron fotos de más).
Los diputados tricolores, con sus aliados, trataron de sacar adelante la citada ley. Pero no pudieron, aunque es mandato de la Corte.
En su turno de voto, Cáseres lo hizo a favor. Luego pidió reconsiderar, y lo que parecía simple y llano, el preguntar al presidente si eso era posible la reconsideración, la diputada Lucila (Chila, para los amigos), secretaria de la mesa directiva, chilló literalmente para evitar a toda costa que Cáseres rectificara su voto, el cual debía ser en contra en virtud de los acuerdos de bancadas. Aún que el presidente de la mesa directiva le ordenó de nuevo, a la secretaria, preguntara al diputado azul el sentido del sufragio, la futura “presidenta de Nacajuca”, no lo hizo. En fin que Chila (para los amigos) se vio desesperada, furibunda, rabiosa, enfurecida, colérica, dolida.
Y válgame Dios, que los demonios de la furia andaban sueltos que hasta Adrían Hernández Balboa, flamante presidente estatal del PRI, se fue de la boca, y al opinar sobre el mismo caso y, en la misma reacción de Lucila, señaló que “no tienen abuela los diputados de la oposición”. Pues algunos no, y otros sí, eso es de cierto.
Los que en realidad no la tienen son los que roban impunemente el erario público, los que defienden a capa y espada la opacidad en las Finanzas; los que inundan las tierras tabasqueñas; los que autorizan los rellenos para construcción en los vasos reguladores, los que son cómplices de ellos, los que sabiéndolo guardan silencio. Allí, Adrián debería enfocar sus menguadas baterías de críticas “inteligentes” y sabuesas.
Queda pendiente comentar lo de la iniciativa de gravar el oficio más viejo del mundo, del diputado Ceballos. Hacia allí apuntaremos en próxima entrega, a petición de un grupo de agraviadas.
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