Parte de la ciudadanía inteligente se organizó para celebrar al hombre sencillo, profesionista de veras, médico de la visión, solidario con todos -pero más con los que menos tienen-, amigo de muchos, leal al compromiso político, crítico con la burocracia partidista y de gobierno, con el corazón en la mano y en la izquierda, el doctor Guillermo Morelos García, oftalmólogo de profesión, nativo de San Luis Potosí.
Su casa en Las Palmas y su consultorio junto al parque Juárez, han sido siempre lugares de reunión, hermandad de diálogo y reflexión, de análisis, recipiendarios de las ideas de muchos, centro de debate de temas relacionados con la oposición, la pobreza, la salud, la educación, el arte, las elecciones, la felicidad.
Reuniones plenas de brillantes y modestos ciudadanos. De hombres y mujeres activos en lo físico y las ideas. Críticos, propositivos y emprendedores, para quienes lo mismo es escribir un texto, que repartir volantes, estampar la firma en el manifiesto, salir a comprar La Jornada, La Verdad, el Proceso, para tener mejores elementos que enciendan la chispa del diálogo y asimismo la brújula que guíe mediante las noticias el quehacer cotidiano.
El sábado del 24 de julio fue el cónclave de la amistad alrededor del fuego Morelos. Digo del Fuego Morelos, como decir la luz Morelos, pero también el Hombro Morelos. Todo eso ha sido el doctor de apellido de linaje, para su orgullo y el consuelo nuestro.
Al encuentro caluroso fui invitado por Guille y Julieta Uribe, y para esa hora de las 7 de la noche de ese sábado iría yo en camión con un grupo de venturosos tabasqueños para asistir a la asamblea de López Obrador en el Zócalo al día siguiente: domingo de alimentar esperanzas.
No pude quedarme como me hubiera gustado. Allí en su casa tuve la oportunidad de coincidir con muchas personas de la política de izquierda, del arte, que de otra manera hubiera sido difícil conocerlos en vivo y a todo color. Menciono entre ellos a Andrés Manuel López Obrador, a Francisco Goitia Prieto y a Fontanelly Vázquez Alejandro (QEPD). Emblemáticos los tres nombres para dar idea de la grandeza del Doctor Morelos y su familia (Chelita grande y chica, Memo y José María). Obrador, político de izquierda y grande; Goitia, religioso defensor de los derechos humanos; el Fonta, artista plástico tabasqueño extraordinario. Los tres en una vida de búsqueda de mejores condiciones del país.
Imagino ese sábado del reconocimiento al Doctor Morelos: el ambiente, la calidez, la bohemia, las palabras y, en algunos, las lágrimas contenidas, encubiertas o plenas al aire libre. El sentimiento a flor de piel.
Imagino al Doctor Morelos en sus peripecias de película: en las marchas, en las reuniones; en los mítines del zócalo en apoyo a Obrador y en el plantón de vía Reforma en el DF; en la convención de Aguascalientes convocada por el inefable Marcos.
Recuerdo bien cuando desayunamos con López Obrador en la casa del fraccionamiento Galaxia. Muy atenta, muy amable, siempre discreta, Rocío Beltrán (QEPD). En esos días estaba por iniciar AMLO la campaña a la gubernatura de 1994.
El motivo del desayuno era exponer un proyecto de trabajo de concientización en las comunidades mediante el teatro. El fin era llevar por varios caminos y riberas de la geografía tabasqueña a grupos de trashumantes actores y talleres infantiles. En efecto, dijo Obrador, estoy de acuerdo con ustedes, aunque lo primero es ganar el poder para tener el medio de hacerlo bien, en grande y hacia el futuro.
Los adjetivos por lo regular afectan los textos. En este caso describen a un ciudadano ejemplar: siempre de ideas, siempre inquieto, motivador, entusiasta, afable, sonriente, modesto, solidario, generoso, el doctor Guillermo Morelos García tiene bien merecido el reconocimiento que le hicieron los amigos, al cual me sumo con este texto. Un abrazo, amigo Morelos.