Carlos Monsiváis en su estudio. Portada del diario mexicano La Jornada, el domingo 20 de junio del 2010.
Al día siguiente de la muerte del grande lusitano José Saramago, premio Nobel de literatura1998, conmocionado y consternado el mundo aún, murió el pasado sábado 19 de junio nuestro gran escritor Carlos Monsiváis (Cd. De México; 1938- Ibid 2010). Entre tantas cosas, fue cronista, ensayista, coleccionista de objetos populares, conciencia del país, solidario abajofirmante de las causas con pocas esperanzas de triunfo, marchista de causas populares y epigrafista.
Apasionado de lo popular en todas sus manifestaciones, nunca dudó que su deber era estar al lado de los humildes, así como tampoco de que su deber era realizar la crítica justa, corrosiva y puntual al poder -en todas sus formas: político, religioso, económico- infame y retrógrada.
A su muerte, y a manera de homenaje, el periódico nacional La Jornada le dedicó el 20 de junio pasado la portada con una magna fotografía en la que se le mira en su trinchera rodeado por libros y papeles, desde donde lanzaba a la luz pública sus ideas, los rayos de la crítica fina contra los ampulosos y farsantes que detentan y usufructúan el poder público.
En sus libros se reconoce la vida de México, como una descripción de espejo, desgarradora y festiva, cruel y solidaria: tragedias, fiestas populares, el cine nacional, la música popular, los juegos y juguetes tradicionales, marchas y manifestaciones, el desafuero contra López Obrador, etcétera. Sus libros más conocidos son: Días de guardar (1971); Amor perdido (1977); Nuevo catecismo para indios remisos (1982); Escenas de pudor y liviandad (1988); Los rituales del caos (1995); Salvador Novo. Lo marginal en el centro (2000); Aires de familia. Cultura y sociedad en América Latina (2000); y Apocalipstick (2009); entre otros.
Mención aparte merecen tres de sus actividades:
Coleccionaba todo tipo de objetos: trompos, fotografías, máscaras, almanaques, pinturas, álbumes, discos y libros raros, con lo cual creó en 2006 el Museo El Estanquillo, ubicado en el centro histórico de la ciudad de México.
Tenía 24 gatos con nombres originales: Recóndita Armonía; Monja Beligerante; Rosa Luz Emburgo; Ansia de Militancia; Eva Sión; Fetiche de Peluche; Fray Gatolomé de las Bardas; Chocorrol; Miau Tse Tung; La Monja Desmecatada; Carmelita Romero Rubio de Díaz; Miss Oginia; Miss Antropía; Catástrofe; Pio Nonoalco; Nana Nina Ricci; Posmoderna; Mito Genial; Caso Omiso; Zulema Maraima; Voto de Castidad (Votito); Catzinger; Peligro para México; Copelas o Maulla.
Y por supuesto que no se puede olvidar su muy mentada columna “Por mi madre, bohemios”, publicada en diversos periódicos y revistas, donde recopilaba los hilarantes, ignorantes, “mochos” y ridículos, fragmentos de discursos o declaraciones de políticos, empresarios, curas y arzobispos, magnates, líderes sindicales, librepensadores y otros, con sus comentarios sarcásticos e irónicos.
A Carlos Monsiváis lo llora el pueblo, porque fue uno de ellos; con su memoria y archivo mental de conocimientos sabía de todo un mucho. Tenía respuestas a las trivias de cualquier nivel cultural. Y mantenía lealtad a toda prueba por los amigos, entre los que se cuentan, entre muchos otros, escritores, pintores, organilleros, vendedores de tacos, antigüedades y libros.
De él dijo Enrique González Pedrero en su funeral: "Monsiváis fue un intelectual de verdad. Siempre a contracorriente. Un intelectual de verdad no se rinde jamás".
Nuestro inmenso poeta, José Emilio Pacheco afirmó que Monsiváis “fue valiente, lúcido, implacable. Estuvo siempre con las minorías, los oprimidos. Esto lo saben todos. Menos apreciada es su labor de crítico literario y, en particular, de poesía…Ante su muerte sólo podemos leerlo y releerlo, y darle al fin el sitio que merece entre los grandes escritores mexicanos de todos los tiempos.