Dice la
canción “hace un año que yo tuve una ilusión, hace un año y hoy se cumple en
este día…”. Y precisamente este 1 de julio se cumple un año en que “un conjunto
de factores”, materializado en el voto ciudadano en mayoría, le dieron el
triunfo por primera vez en Tabasco y municipio de Centro a un candidato
distinto al PRI. Sumado en el resultado la mayoría en el Congreso local y las
representaciones federales tabasqueñas tanto de diputados como de senadores,
fue un triunfo casi de carro completo.
Sobre este
acontecimiento ya se ha hablado mucho
durante los doce meses pasados. Y de todo. Y también a ello ha abonado el nombramiento
del gabinete, en algunos casos incomprensible. Y de algunas pifias u omisiones
que se han cometido, desde el Congreso sin duda, y también desde algunas áreas
del gobierno.
Quienes
perdieron la elección dan una versión de los hechos y la siguen dando: quieren
desacreditar todo lo que se hace y magnificar los errores para sembrar
desencanto y confusión. Y quienes ganaron aún no han podido -dadas las
circunstancias- proyectar los pros del triunfo. Hemos dicho y lo reitero que la
sociedad tabasqueña en su conjunto está en un laboratorio de aprendizaje: el reacomodo
de roles y la recomposición de fuerzas políticas. Lo que también es más que
cierto es que nada volverá a ser igual luego de ese histórico resultado
electoral.
Por un lado
la ciudadanía logró darse cuenta que las trampas para que ganen los de siempre
(el mafioso PRI) se mantienen más vivas que nunca. Por eso es que Jesús Alí
sacó aún más votos que Andrés Granier Melo seis años atrás. Y se dio cuenta la
ciudadanía que si se quiere ganar desde la oposición, o sacar al que está
enquistado en el poder, debe salir a votar. Así fue: de los que nunca salen a
votar, lo hicieron alrededor de entre 9 y 10 % que hicieron la diferencia para
lograr el triunfo. Es decir, el
ciudadano se dio cuenta que su voto vale, y es arma poderosa pacífica para
ganar la batalla electoral de manera pacífica.
A esa
distancia del primero de julio podemos afirmar asimismo que en el interregno
tabasqueño, esos seis meses del 2 de julio del 2012 al 1 de enero del 2013,
hubo tiempo suficiente para que los funcionarios que iban de salida, como gatos
que tapan su propia suciedad, sin el menor recato y aprecio para la vida
institucional, dañaran aún más al estado desapareciendo documentos importantes
para el funcionamiento en la continuidad. El grupo del gobierno electo no pudo
detener tal hecho.
Un año es
suficiente para valorar el triunfo del uno de julio. Era justo y necesario.
Parecía que el reloj de la historia de Tabasco estaba detenido en un largo
grupo gobernante que se reproducía como mal monte y los que entraban a los
nuevos gobiernos, emanados del mismo partido, cubrían las espaldas y las
cuentas de quienes salían. Era siempre un saqueo de cuello blanco, cubierto con
el manto de la impunidad. Eran como nuevos ciclos sexenales de robo encubierto
o de frente a la sociedad.
El nuevo
gobierno que entró el 1 de enero del presente tiene ante sí un gran reto:
devolver la confianza recibida ese día de la esperanza, devolverla con buen
gobierno, con manejo honesto de los recursos, con eficiencia, con obra, con
servicios.
A un año la
ciudadanía tabasqueña está expectante. Observa con detenimiento el paso de los
días y los sucesos. Quiere justicia en el caso de los saqueadores del sexenio
pasado. Y esa justicia significa cárcel y decomiso de lo que se llevaron. Ni
más ni menos. Y está expectante por lo que se va hacer desde el nuevo gobierno
para recomponer el estado. Quiere cambios notorios y sustanciales. Decimos,
hacer lo mismo con las mismas personas, da como resultado lo mismo. Se tienen
que dar vueltas de tuerca en todas las áreas. Principalmente en educación,
salud, atención al campo. Los ciudadanos reconocen que hay tiempos y formas.
Que se encontró un estado financiero en desastre. Sin embargo es buen tiempo
para echar a andar los nuevos actos de este gobierno, con firmeza, con visión.
Para eso está planteado el nuevo Plan estatal de desarrollo. Y aunque el trecho
es largo porque son cinco años y seis
meses que quedan, el plan se va ir materializando en los hechos, o no. Esperamos
que sí.