Antonio Solís Calvillo
Con obrillas de relumbrón, años antes
los gobiernos priistas presumían “logros” en los primeros cien días de gobierno
y se gastaban en publicidad mucho más de lo que “invertían en pintura, escobas,
machetes, semillas y bombas para fumigar”. Y lo hacían principalmente porque
querían legitimarse en ese corto tiempo por la manera como habían llegado al
poder mediante elecciones compradas, o poco claras.
Esa es la trampa mediática en la que
quieren meter a la sociedad y al gobierno de Arturo Núñez Jiménez: los primeros
cien días del gobierno del cambio verdadero. Vamos por partes:
Luego de más de 83 años de gobiernos
priistas, en los que se gobernó de manera patrimonialista, tejiendo una amplia
y compleja red de complicidades, para beneficio propio o de grupos, inició hace
ya casi cien días un gobierno distinto, en el que están fincadas todas las
esperanzas de la ciudadanía para revertir el daño tanto en lo económico como en
lo social.
¿Y a qué se enfrenta? Primero a una
especie de pensamiento mágico social en el que se quisiera que el nuevo
gobernante, por sí, con varita especial, empezara a resolver todos los
problemas del estado, desde el desempleo y el alto índice de violencia, hasta
la calidad educativa y la cobertura amplia de agua potable y drenaje, pasando,
claro está, en la condonación de impuestos y recargos.
Junto a ello se encontró una
resistencia en los mandos burocráticos, acomodados en el confort de las
oficinas, y el manejo libre de viáticos, así como canonjías en el manejo del
tiempo en asuntos personales en primer lugar y el uso del tiempo en lo laboral
reducido al segundo lugar en importancia.
Reconocemos que en estos “cien días” se conjugaron en algunas dependencias la resistencia al
cambio con la improvisación, en número considerable, de varios funcionarios.
Hay que reconceptualizar lo que
significa un nuevo gobierno y el tiempo. Siempre hemos señalado que el régimen
que inició el 1 de enero del presente no es régimen de revolución, sino apenas
un régimen de la alternancia, lo cual significa que se tienen que hacer los
cambios sin romper la estabilidad precaria de la sociedad. Donde pueda haber
acuerdos y consensos, mucho mejor, y donde no, habrá que aplicar normas y
reglamentos ya en uso.
Un régimen de transición enfrenta un
mayor número de dificultades u obstáculos cuando los desplazados de los mandos
del gobierno, reaccionan contra los intereses de la sociedad y quieren que fracase
el nuevo gobierno, para que los ciudadanos digan: “estábamos mejor en los
gobierno priistas”.
Por eso insistirán sobre los famosos
“cien días” y repicarán como campanas descontroladas sobre el impuesto
vehicular, para buscar animadversión contra el nuevo gobierno, y buscarán
errores de los funcionarios, para presionar con
las críticas exageradas, algunas de ellas, por supuesto, justificadas.
Hay que reflexionar en estos cien
días primeros del nuevo gobierno lo siguiente:
- Las expectativas de la sociedad son
altas, sin tomar en cuenta el daño social hecho por el estilo priista
(patrimonialista) de gobernar durante más de 83 años, y peor en el sexenio
anterior.
-Es el primer gobierno ganado con la
alianza de la sociedad civil y los partidos de las izquierdas e integrado con un sector de la izquierda y los
aliados, entre estos, varios grupos de ex priistas, o aún priistas, que se
vieron desplazados en su partido.
- En el continuismo los gobiernos
priistas tapaban los desmanes de los gobiernos salientes y, para paliar el
desencanto de la ciudadanía con el gobierno anterior, solicitaban préstamos urgentes de miles de
millones de pesos, para que la ciudadanía tuviera sensación y, por lo tanto, la
percepción de bienestar en el cambio, sin reparar que era circulante bajo
condiciones de la usura bancaria.
-El ventilar asuntos públicos
mediante la denuncia de saqueo con datos, denuncia de robo de documentación de
la secretaría de Finanzas, exponer los sobreprecios en las compras de
edificios, defenestrar al fiscal del estado mediante la soberanía popular, es
un mérito desde cualquier punto de vista.
-El poner a trabajar a los “aviadores”
y quitar las plazas asignadas por favoritismo, no es un logro menor.
-Están siendo evidenciadas las
instituciones que no cumplen el papel para lo que fueron creadas como
vigilantes del manejo del gobierno y de la buena marcha de los procesos
electorales: OSFE, ITAIP, IEPCT.
-Las empresas que manejan medios de
comunicación están a la expectativa para ver si finalmente hay un acuerdo en
ventaja para ellos por parte del gobierno. Dicen: de lo perdido lo que
aparezca. Y mientras se acomodan en el limbo de la línea editorial: alabanza o
amarillismo crítico.
-El rezago es de más de veinte años
en instalaciones de agua potable, drenaje, pavimentación, inversión al campo,
en obra vial, etc.
Los “cien días” es la trampa sicológica
de quienes perdieron para meter mayor presión política al nuevo gobierno, y
ganar adeptos, o desencantar a los esperanzados que no ´ven cómo cambian las
cosas en el ritmo que se necesita, aunque fuera de manera mágica.
Y sin embargo también hay necesidad,
por salud política y en ejercicio de la ciudadanía y la responsabilidad social,
de señalar los errores que se estén cometiendo en el nuevo gobierno.
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