El hambre no
es el problema, estúpido
Antonio Solís Calvillo
“El hambre desaparece con el simple hecho de comer. Para comer se
requieren alimentos. Y para que los haya se deben producir. Y los alimentos se
producen en el campo”. Así de sencillo y simple lo explicaba mi maestro
de educación cívica de secundaria, Raúl Torres Torres. Lo recuerdo a la perfección ahora que el
gobierno federal inicia una errática cruzada contra el hambre.
A ese grupo de secundaria llegaban
hijos de campesinos y obreros. Unos y otros platicaban del trabajo de sus
padres. Los de la ciudad escuchaban
sobre la ordeña y elaboración de quesos, sobre el maíz y el frijol. Y de vez en
cuando llegaban con sandías y piñas enteras
para compartir en el grupo.
Por eso afirmo que no es el hambre
el problema. Es la poca producción de
alimentos, y su distribución. El hambre es la consecuencia de los
problemas que tenemos como sociedad. Bastará que haya un solo niño que no tenga
el desayuno asegurado, para que todo un sistema social quede desnudo como el
conjunto de relaciones injustas donde unos pocos tienen mucho más y otros
tienen poco o nada. Y si le agregamos que no es un niño, sino millones de
hombres y mujeres de todas las edades, entonces el problema es mayor.
No es el
hambre. Porque este es la sensación de vacío y la necesidad de ingerir alimentos.
Y aquí es donde realmente radica el problema. En qué comer, y cómo adquirirlos
de manera lícita. Por eso llama la
atención que a nivel federal se empiece a traficar con el hambre de miles y
millones de mexicanos, en situación límite de existencia, y se paguen millones
de pesos en publicidad.
El plan federal, desordenado y difuso, es sólo
para entretener conciencias y dar motivo de reuniones de diversos sectores con
empresarios y dirigentes. Quedará dicho plan en un recetario de buenas intenciones:
rifa de televisores o dvd para comprar despensas, funciones de beneficencia,
etcétera.
Será un fracaso dicho plan de Peña Nieto si no
se proyecta con visión hacia la producción del campo en donde todos los
esfuerzos de la sociedad en su conjunto, con personas visionarias y
organizativas, con las herramientas que los tres poderes poseen, presenten y
echen a andar un plan amplio, en el que todas las acciones se orienten hacia la
producción de alimentos. Un plan con metas a corto, mediano y largo plazo.
Una muestra
del enfoque gubernamental sobre el tema del hambre es la forma como la flamante y coherente
Rosario Robles Berlanga, Secretaria de Desarrollo Social (SEDESOL) se asocia con las trasnacionales PEPSICO, Coca
Cola, Kellogs, Nestlé y otras, para echar adelante dicha cruzada y desdeña a
las uniones de productores nacionales.
Se resolverá
el problema del hambre cuando los jefes de familia que viven en el campo no
tengan que trabajar en la ciudad para ganar salario que les permita comprar sus
alimentos. Se resolverá el problema cuando cada familia produzca en el campo
sus propios alimentos y si trabajan en la ciudad lo hagan para comprar
artículos secundarios.
Reitero: La
cruzada contra el hambre no es dar de comer mediante despensas. No es
proporcionar simplemente desayunos escolares. (Que está bien como acciones a
favor de las personas de capacidades diferentes y de la tercera edad, y
garantía para que los niños desayunen). Sino la cruzada debe de ir hacia la
producción amplia y total del campo, con apoyo claro, oportuno y transparente a
los pequeños, medianos y grandes productores. Y un plan donde se facilite la comercialización
mediante mercados populares y exportaciones.
No es
sencillo, claro. Nadie dijo que lo era. Sin embargo andarse por las ramas, en
una mercadotecnia del manejo político de la pobreza, con tintes electorales, sin
la comprensión de los conceptos hambre y producción de alimentos, esta cruzada
será un total y perfecto fracaso.
Paliar el
hambre no es resolver el problema. Porque el hambre no es el problema. Diríamos
parafraseando un apunte de la casa de campaña de Bill Clinton en 1992: “Es la
producción de alimentos, estúpido”