domingo, 14 de abril de 2013


El hambre no es el problema, estúpido
Antonio Solís Calvillo 

“El hambre desaparece  con el simple hecho de comer. Para comer se requieren alimentos. Y para que los haya se deben producir. Y los alimentos se producen en el campo”. Así de sencillo y simple lo explicaba  mi maestro  de educación cívica de secundaria, Raúl Torres Torres.  Lo recuerdo a la perfección ahora que el gobierno federal inicia una errática cruzada contra el hambre.
A ese grupo de secundaria llegaban hijos de campesinos y obreros. Unos y otros platicaban del trabajo de sus padres. Los de la ciudad  escuchaban sobre la ordeña y elaboración de quesos, sobre el maíz y el frijol. Y de vez en cuando llegaban con sandías y piñas enteras  para compartir en el grupo.
Por eso afirmo que no es el hambre el problema. Es la poca producción de  alimentos, y su distribución. El hambre es la consecuencia de los problemas que tenemos como sociedad. Bastará que haya un solo niño que no tenga el desayuno asegurado, para que todo un sistema social quede desnudo como el conjunto de relaciones injustas donde unos pocos tienen mucho más y otros tienen poco o nada. Y si le agregamos que no es un niño, sino millones de hombres y mujeres de todas las edades, entonces el problema es mayor.
No es el hambre. Porque este es la sensación de vacío y la necesidad de ingerir alimentos. Y aquí es donde realmente radica el problema. En qué comer, y cómo adquirirlos de manera lícita.  Por eso llama la atención que a nivel federal se empiece a traficar con el hambre de miles y millones de mexicanos, en situación límite de existencia, y se paguen millones de pesos en publicidad.
 El plan federal, desordenado y difuso, es sólo para entretener conciencias y dar motivo de reuniones de diversos sectores con empresarios y dirigentes. Quedará dicho plan en un recetario de buenas intenciones: rifa de televisores o dvd para comprar despensas, funciones de beneficencia, etcétera.
 Será un fracaso dicho plan de Peña Nieto si no se proyecta con visión hacia la producción del campo en donde todos los esfuerzos de la sociedad en su conjunto, con personas visionarias y organizativas, con las herramientas que los tres poderes poseen, presenten y echen a andar un plan amplio, en el que todas las acciones se orienten hacia la producción de alimentos. Un plan con metas a corto, mediano y largo plazo.
Una muestra del enfoque gubernamental sobre el tema del hambre  es la forma como la flamante y coherente Rosario Robles Berlanga, Secretaria de Desarrollo Social (SEDESOL)  se asocia con las trasnacionales PEPSICO, Coca Cola, Kellogs, Nestlé y otras, para echar adelante dicha cruzada y desdeña a las uniones de productores nacionales.
Se resolverá el problema del hambre cuando los jefes de familia que viven en el campo no tengan que trabajar en la ciudad para ganar salario que les permita comprar sus alimentos. Se resolverá el problema cuando cada familia produzca en el campo sus propios alimentos y si trabajan en la ciudad lo hagan para comprar artículos secundarios.
Reitero: La cruzada contra el hambre no es dar de comer mediante despensas. No es proporcionar simplemente desayunos escolares. (Que está bien como acciones a favor de las personas de capacidades diferentes y de la tercera edad, y garantía para que los niños desayunen). Sino la cruzada debe de ir hacia la producción amplia y total del campo, con apoyo claro, oportuno y transparente a los pequeños, medianos y grandes  productores. Y un plan donde se facilite la comercialización mediante mercados populares y exportaciones.
No es sencillo, claro. Nadie dijo que lo era. Sin embargo andarse por las ramas, en una mercadotecnia del manejo político de la pobreza, con tintes electorales, sin la comprensión de los conceptos hambre y producción de alimentos, esta cruzada será un total y perfecto fracaso.
Paliar el hambre no es resolver el problema. Porque el hambre no es el problema. Diríamos parafraseando un apunte de la casa de campaña de Bill Clinton en 1992: “Es la producción de alimentos, estúpido”

domingo, 7 de abril de 2013

Los cien días que conmueven Tabasco



Antonio Solís Calvillo
Con obrillas de relumbrón, años antes los gobiernos priistas presumían “logros” en los primeros cien días de gobierno y se gastaban en publicidad mucho más de lo que “invertían en pintura, escobas, machetes, semillas y bombas para fumigar”. Y lo hacían principalmente porque querían legitimarse  en ese corto  tiempo por la manera como habían llegado al poder mediante elecciones compradas, o poco claras.
Esa es la trampa mediática en la que quieren meter a la sociedad y al gobierno de Arturo Núñez Jiménez: los primeros cien días del gobierno del cambio verdadero. Vamos por partes:
Luego de más de 83 años de gobiernos priistas, en los que se gobernó de manera patrimonialista, tejiendo una amplia y compleja red de complicidades, para beneficio propio o de grupos, inició hace ya casi cien días un gobierno distinto, en el que están fincadas todas las esperanzas de la ciudadanía para revertir el daño tanto en lo económico como en lo social.
¿Y a qué se enfrenta? Primero a una especie de pensamiento mágico social en el que se quisiera que el nuevo gobernante, por sí, con varita especial, empezara a resolver todos los problemas del estado, desde el desempleo y el alto índice de violencia, hasta la calidad educativa y la cobertura amplia de agua potable y drenaje, pasando, claro está, en la condonación de impuestos y recargos.
Junto a ello se encontró una resistencia en los mandos burocráticos, acomodados en el confort de las oficinas, y el manejo libre de viáticos, así como canonjías en el manejo del tiempo en asuntos personales en primer lugar y el uso del tiempo en lo laboral reducido al segundo lugar en importancia.
Reconocemos que  en estos “cien días” se conjugaron  en algunas dependencias la resistencia al cambio con la improvisación, en número considerable, de varios funcionarios.
Hay que reconceptualizar lo que significa un nuevo gobierno y el tiempo. Siempre hemos señalado que el régimen que inició el 1 de enero del presente no es régimen de revolución, sino apenas un régimen de la alternancia, lo cual significa que se tienen que hacer los cambios sin romper la estabilidad precaria de la sociedad. Donde pueda haber acuerdos y consensos, mucho mejor, y donde no, habrá que aplicar normas y reglamentos ya en uso.
Un régimen de transición enfrenta un mayor número de dificultades u obstáculos cuando los desplazados de los mandos del gobierno, reaccionan contra los intereses de la sociedad y quieren que fracase el nuevo gobierno, para que los ciudadanos digan: “estábamos mejor en los gobierno priistas”.
Por eso insistirán sobre los famosos “cien días” y repicarán como campanas descontroladas sobre el impuesto vehicular, para buscar animadversión contra el nuevo gobierno, y buscarán errores de los funcionarios, para presionar con  las críticas exageradas, algunas de ellas, por supuesto, justificadas.
Hay que reflexionar en estos cien días primeros del nuevo gobierno lo siguiente:
- Las expectativas de la sociedad son altas, sin tomar en cuenta el daño social hecho por el estilo priista (patrimonialista) de gobernar durante más de 83 años, y peor en el sexenio anterior.
-Es el primer gobierno ganado con la alianza de la sociedad civil y los partidos de las izquierdas e  integrado con un sector de la izquierda y los aliados, entre estos, varios grupos de ex priistas, o aún priistas, que se vieron desplazados en su partido.
- En el continuismo los gobiernos priistas tapaban los desmanes de los gobiernos salientes y, para paliar el desencanto de la ciudadanía con el gobierno anterior,  solicitaban préstamos urgentes de miles de millones de pesos, para que la ciudadanía tuviera sensación y, por lo tanto, la percepción de bienestar en el cambio, sin reparar que era circulante bajo condiciones de la usura bancaria.
-El ventilar asuntos públicos mediante la denuncia de saqueo con datos, denuncia de robo de documentación de la secretaría de Finanzas, exponer los sobreprecios en las compras de edificios, defenestrar al fiscal del estado mediante la soberanía popular, es un mérito desde cualquier punto de vista.
-El poner a trabajar a los “aviadores” y quitar las plazas asignadas por favoritismo, no es un logro menor.
-Están siendo evidenciadas las instituciones que no cumplen el papel para lo que fueron creadas como vigilantes del manejo del gobierno y de la buena marcha de los procesos electorales: OSFE, ITAIP, IEPCT.
-Las empresas que manejan medios de comunicación están a la expectativa para ver si finalmente hay un acuerdo en ventaja para ellos por parte del gobierno. Dicen: de lo perdido lo que aparezca. Y mientras se acomodan en el limbo de la línea editorial: alabanza o amarillismo crítico.
-El rezago es de más de veinte años en instalaciones de agua potable, drenaje, pavimentación, inversión al campo, en obra vial, etc.
Los “cien días” es la trampa sicológica de quienes perdieron para meter mayor presión política al nuevo gobierno, y ganar adeptos, o desencantar a los esperanzados que no ´ven cómo cambian las cosas en el ritmo que se necesita, aunque fuera de manera mágica.
Y sin embargo también hay necesidad, por salud política y en ejercicio de la ciudadanía y la responsabilidad social, de señalar los errores que se estén cometiendo en el nuevo gobierno.