Adiós, Teodosio, poeta
Antonio Solís Calvillo
La muerte, la que nunca tiene razones
valederas para su oficio, llamó y besó ayer al
poeta Teodosio García Ruíz, el “Teo” (Cunduacán 1964-Villahermosa 2012), como
le decimos. Preciso el mes y romántico,
noviembre. Teo unció su vida y creación como uno solo, en su existencia. Vital
que fue, su sonrisa y carcajada abierta, abrazó siempre las áreas por donde
andaba generando un radio de calor humano.
Fue Demiurgo, esos seres como deidad que saben,
crean y enseñan, como algo natural. Seguro de sí y dueño de la palabra, su
presencia convocaba ideas y canto de ruiseñores. Ejerció de amigo, antes que
maestro y, como tal, tuvo la dicha de conocer geografías, mariposas monarca y
locomotoras. Nunca presumió de saber, simplemente con su plática lograba la
comprensión exacta de sus ideas transformadas en proyectos de grupo para
ediciones de libros o iniciativas para defender árboles y aves en peligro de
extinción.
¿Era irreverente? No. Vivió sus
momentos libre de ataduras sociales. Sabía desde su edad y actitud de “l´enfant
terrible” que la libertad y el romper reglas es la norma que sigue todo artista
que se precie de serlo. Y no por pose, por supuesto, sino porque su “yo” fue como
un elixir de la existencia humana. Se nos ha ido, pues, el “pejelagarto
volador”, como le decíamos cariñosamente sus amigos maestros de telesecundaria.
Ciego muy joven por problema de
diabetes, ese mal de nuestro siglo, Teodosio García siguió su etapa creadora
con el olfato, el tacto y el oído afinado. Al principio se negaba a aprender
Braille y, hostigado amorosamente por sus amigos (“eres escritor, eres palabra
viva, tienes que aprender a escribir de nuevo”) resignado encontró la manera de
sustituir el sentido de la vista con el sistema Braille y luego con los
adelantos de la tecnología.
Fue maestro de telesecundaria,
promotor cultural y escritor. Fue poeta, y de los grandes que ha dado Tabasco.
Pero más que profesión u oficio al que se dedicara, Teodosio fue un excelente
ser humano, que vivió su existencia desde la algarabía del niño que juega a ser
responsable. Y dentro de ese paréntesis que es la vida (entre la nada y la
nada) Teodosio García Ruíz generó una sinergia de palabras como fiesta de la
literatura, y no solo la escrita que sus libros dan testimonio de ello, sino
como un conglomerado de razones para disfrutar la existencia como una totalidad,
aspiración mayor de los que tienen conciencia que vivir es algo apenas como un
sueño o chispa.
Descanse en paz el Demiurgo mayor,
descanse en paz Teodosio García Ruíz.