Han pasado algunos años desde que Domingo Alejandro Luciano llegó al taller literario que coordino, y que en ese entonces se efectuaba en la biblioteca del municipio de Nacajuca, aquí cerca, como a 25 kilómetros. En esa ocasión, ese primer sábado, en la plática construimos una visión de futuro que él ha ido concretando, paso a paso, entre su asistencia a nuevos talleres, viajes por carretera o por aire, hoteles, lecturas públicas, mesas redondas y nuevos amigos de un lado y otro de la geografía nacional. Seguramente el camino no ha sido fácil. Y a veces no ha habido camino, sino había que hacerlo. Él se ha encontrado con piedras, espinas, vicisitudes, pero ha enfrentado el trabajo de escribir con sonrisa siempre, aunque el destino del que escribe sea siempre incierto.
Hoy es uno de esos días que Domingo soñó y es realidad. Tengo a bien presentar un libro suyo de poemas con el nombre de El sueño y la muerte, edición bilingüe, español-yoko´tan. En este libro el escritor explaya su sentir y su visión del mundo de una forma poética, en el cual se escuchan voces de sus antepasados y voces de los que vienen presagiando el futuro de su pueblo Yokotán.
Los poemas que componen este libro son de aliento preciso, que se manifiesta en poemas breves, y en otras ocasiones en poemas menos breves, de doce a 20 versos. Cada uno de ellos escrito con el corazón, el alma, el sentimiento. Cada uno de ellos producto de la mirada, de la contemplación, del ensueño, de la memoria.
Su libro de poemas es tradición en el sentido amplio y gozoso del término. Es palabra construida, son hechos, son hilvanaciones a contracorriente. Es la mirada apacible del hombre que observa, que recuerda, que bosqueja sus sueños, que dialoga con su gente, mostrando la belleza de la vida y la alegría del vivir. Es la alegría de sombrearse bajo una gran ceiba y escuchar La palabra de sus mayores, palabra mayúscula. Y es la alegría de decir la palabra para que la escuchen las nuevas generaciones.
Esta alegría le hace ver también a la muerte, cara a cara, sin bajar la vista, sino consignando el hecho, la muerte viva, la muerte en sueños y la sangre que fluye del río hacia la mar, como imagen del fin. En sus poemas está presente la muerte, la altiva, la poderosa, la que nos acompaña a todas partes, la que juega con nosotros, de quien escapamos en el juego, pero que inevitablemente nos abre los brazos en espero del fin de nuestro destino terrenal. Quiero decir que en sus poemas hay demasiada vida, por eso también no elude a la muerte.
Dice en la conclusión del poema Breviarios de la muerte:
La muerte
pinta en el muro de mi casa
breviarios de silencios..
Esta alegría por la vida le hace sentir y hacer sentir el viento en sus poemas, el viento indómito, suave como brisa, huracanado, siempre presente en todas partes. Imagino a Domingo cuando niño sacando el brazo del autobús para sentir el viento, y observar cómo el brazo surca el viento, y el niño iba con la sonrisa plena, consciente del goce de sentirlo.
Hay varios animales recurrentes en su obra. Entre ellos el tecolote y el colibrí. Ambos tienen el significado alegórico de representar la naturaleza viva, en el día y la noche, ambos significativos, porque son testigos, a la vez que protagonistas, del diario existir.
“…Cuando yo muera
esconderé mi pensamiento
a los pies enormes de la Ceiba
para que la escuchen de noche
con el murmullo de los Tecolotes”
Otro de los elementos que no puede faltar en toda obra es “la tierra”, como madre de todos, como casa y sustento, como madre todopoderosa que nos abarca y a la que regresamos sin duda en el fin de nuestra existencia.
Hay un poema sobre la muerte de La abuela, terrenal y mítica sobreviviente de todas las edades, tanto de ella misma, como los de sus padres y abuelos; así como los hijos que tuvo y los nietos. Cada uno de ellos tendrá la imagen que rescata Domingo en el andar de la abuela, en sus quehaceres diarios, en sus delirios, en sus enojos y sueños, en los deseos de bienaventuranza para sus descendientes.
Todos los elementos que aparecen significativamente en los poemas de Domingo Alejandro -sueños, luz, silencios, corazón- y precisamente en este libro, nos indican que Domingo Alejandro va bien, que sigue bien y que seguramente sigue escribiendo para darle sentido a su existencia y la de quienes le rodean.
Para terminar quiero destacar que cuando un poeta habla, no lo hace para sí mismo, sino que se convierte en la voz de su raza, de su pueblo, de su cultura. Este libro que hoy presentamos, de Domingo Alejandro Luciano, es la voz de todo un pueblo que clama por la vida, por la naturaleza, por el bien vivir de los hombres.
Villahermosa, Tabasco; mayo de 2011